
Y se acabó. Terminó la tercera temporada de Grey’s Anatomy y no me gustó. Me habían dicho que el final era buenísimo, pero traté de no tener muchas expectativas porque la temporada dejó harto que desear.
Vamos por parte. El romance de Izzie y George apesta. Ella de ser uno de los personajes más encantadores pasó a ser una maldita. No logro cachar qué le ve a O’Malley, osea en un minuto era sólo su amiga y después de acostarse con él totalmente curada lo ama. Mmm no me termina de convencer. Además Callie me cae bien.
El asunto de la competencia por convertirse en jefe de cirugía, una lata, era obvio que al final iba a seguir el Jefe de jefe.
Adisson y Sloan, cero cuento.
La relación entre Alex y Ava-Rebecca totalmente predecible.
Qué decir de Meredith y McDreamy. Después de toda una temporada sufriendo por no poder estar juntos, cuando lo lograron fue fomísimo. Una vez más se demostró que las series son mejores cuando la pareja principal no está junta, una lata, porque pensé que Shonda Rhimes iba a lograr superar esto. Finalmente tuvieron que entrar en crisis, para terminar y supongo que en la cuarta temporada volverán a sufrir para estar de nuevo juntos.
Se salvan Cristina y Burke. Me gusta su historia. Su relación me parece real, chora, tienen su dinámica propia, muy freak, pero real. El desenlace de su matrimonio también se veía venir, especialmente porque se sabía que Burke no seguiría en la serie. De todas formas no me gustó como lo solucionaron. En el minuto en que Preston decía sus votos en el quirófano fue obvio que no los iba a decir en el altar.
Que pena. Me acuerdo del final de la segunda temporada, fue de antología, lloré como nunca con una serie y seguí sufriendo como por una semana, o más. Ahora nada. Un vacío. Se supone que esta serie no te puede dejar con un vacío y eso lo supe desde que vi el primer capítulo y la amé. Espero (ruego) que la cuarta temporada se redima.